En muchos países se organizan eventos masivos con la supuesta intención de fomentar el deporte y la actividad física. Suena bonito, ¿no? Pero la pregunta que todos nos hacemos es: ¿qué tan efectivos son estos espectáculos mediáticos? Porque la meta real debería ser motivar a niños y jóvenes a adoptar el deporte como hábito, no como un show de un solo día que se olvida al apagar las cámaras. El éxito del deporte no está en un evento aislado, sino en la constancia: gimnasios accesibles, canchas dignas, promotores capacitados y equipo que no sea solo una promesa electoral.
Esto huele más a las típicas caravanas médicas que los políticos montan en las colonias: un parche vistoso que no resuelve nada de fondo, pero que sirve para la foto y el aplauso. Igual pasa con esos “cursitos” de tres días —inglés, cocina, internet— que presumen como grandes soluciones. ¿Quién aprende algo útil en tan poco tiempo? Para dominar cualquier habilidad se necesitan meses, años, no un taller fugaz que apesta a estrategia de campaña. Por eso la gente está harta: no quieren más migajas electoreras disfrazadas de ayuda.
No estamos en contra del deporte, ojo. La Clase Nacional de Boxeo que se armó por todo México fue un evento impresionante, un golazo en términos de espectáculo. Pero ¿y luego qué? Las ciudades siguen sin políticas serias para promover el deporte de forma quirúrgica: faltan instalaciones en zonas vulnerables, entrenadores permanentes y un enfoque real en los menores, esos que están a un paso de caer en la delincuencia por falta de oportunidades. Pero Claudia Sheinbaum nunca dijo nada sobre poner las condiciones deportivas que México necesita, porque un día de puñetazos no basta para cambiarles la vida.
Al día siguiente, como si les ardiera la crítica, salió Miguel Torruco Garza, el flamante director Nacional de Promoción al Deporte y Bienestar, a tratar de apagar el fuego. Dijo que la idea era “llegar a los menores y las colonias”, pero se quedó en palabras huecas: ni fechas, ni lugares, ni presupuesto concreto. Solo un discurso político para esquivar el reclamo de que estos eventos son puro show. ¿Coincidencia? No lo creemos.
Y hablando de coincidencias, recordemos la llamada entre la presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump. Cuando él le preguntó cómo México frena las drogas, ella respondió con un vago “hacemos campañas contra la drogadicción”. ¿Cuáles campañas? Porque lo único que viene a la mente es aquella de TV Azteca de hace años. ¿Será que este megaevento boxístico fue una jugada mediática para mandarle un mensaje al vecino del norte? Porque si es así, el show tuvo más audiencia internacional que impacto real en las calles mexicanas.
Mientras tanto, Estados Unidos, el país con más drogadicción del planeta, tiene programas como DARE (Drug Abuse Resistance Education), que desde los 80 busca alejar a los jóvenes de las drogas con educación continua en escuelas. Varias ciudades mexicanas han copiado este modelo, pero aquí seguimos apostándole a eventos de relumbrón en lugar de estrategias de fondo.
¿Resultado? Los políticos se cuelgan la medalla, los titulares aplauden y los chavos en las colonias siguen sin canchas ni futuro. Así no se construye un país deportista; así se monta un circo electoral.
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