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¿Por qué EUA está confrontando a otros países?

La confrontación de Donald Trump y JD Vance con otros países, como se vio con la visita de Vance a Groenlandia el 28 de marzo de 2025, parece estar motivada por una combinación de intereses estratégicos y una postura política deliberadamente agresiva.

  1. Intereses geoestratégicos en Groenlandia: Trump ha expresado repetidamente su deseo de controlar Groenlandia, argumentando que es vital para la “seguridad internacional” y la hegemonía estadounidense en el Ártico. Durante su visita a la base militar de Pituffik, Vance reforzó esta idea, sugiriendo que Groenlandia estaría “más segura” bajo la influencia de EE.UU. que bajo Dinamarca. Este interés no es nuevo; Trump ya había planteado la idea de “comprar” la isla en su primer mandato, lo que refleja una visión expansionista basada en recursos naturales (como metales raros) y la posición estratégica del territorio frente a rivales como Rusia y China.
  2. Postura de “America First”: Tanto Trump como Vance operan bajo una filosofía que prioriza los intereses de EE.UU. por encima de las normas diplomáticas tradicionales. Vance, en Groenlandia, criticó a Dinamarca por “desatender” la seguridad de la isla, insinuando que EE.UU. tiene derecho a intervenir si considera que sus intereses están en juego. Este enfoque desafía directamente la soberanía de otros países y busca proyectar fuerza, alineándose con la retórica de Trump de que “hará lo que tenga que hacer” sin importar la opinión europea.
  3. Provocación calculada: La visita de Vance, inicialmente planeada como un viaje cultural de su esposa Usha que luego él asumió, parece haber sido una maniobra para presionar a Groenlandia y Dinamarca. Al limitarse a una base militar estadounidense y evitar contacto con líderes locales, EE.UU. envió un mensaje de poder sin necesidad de negociación directa, lo que generó indignación en Nuuk y Copenhague, pero mantuvo la atención en sus intenciones.

¿Les funciona esta anti diplomacia?

Depende de cómo definamos “funciona”. Aquí hay un análisis crítico:

  1. A corto plazo: Genera atención y presión
    • La estrategia ha puesto a Groenlandia y Dinamarca a la defensiva. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, calificó la visita de “presión inaceptable”, mientras que el líder groenlandés, Múte Egede, habló de “interferencias extranjeras”. Esto demuestra que la táctica logra alterar el statu quo y forzar reacciones, lo que podría debilitar la cohesión entre Dinamarca y sus aliados europeos.
    • En términos domésticos, refuerza la imagen de Trump y Vance como líderes fuertes y decididos ante su base electoral en EE.UU., que valora esta postura de dominio.
  2. A mediano plazo: Resistencia y aislamiento
    • Sin embargo, esta antidiplomacia está generando un rechazo unificado. Los groenlandeses y daneses han mostrado hostilidad clara: Vance fue recibido con frialdad y boicots locales, y las encuestas indican que la mayoría en Groenlandia rechaza la anexión. La UE también está endureciendo su tono, lo que sugiere que EE.UU. podría enfrentarse a una coalición opositora más fuerte.
    • La insistencia en ignorar las sensibilidades diplomáticas podría complicar alianzas clave, como con la OTAN, donde Dinamarca es miembro. Esto podría limitar la influencia estadounidense en el Ártico a largo plazo.
  3. A largo plazo: Resultados inciertos
    • Si el objetivo es anexionar Groenlandia, el enfoque actual parece contraproducente. La retórica beligerante ha avivado el independentismo groenlandés, pero no en favor de EE.UU., sino como una reacción contra su “agresión”. Partidos como Naleraq abogan por la independencia y luego una alianza con Washington, pero bajo sus propios términos, no los de Trump.
    • Además, la confrontación podría beneficiar a rivales como Rusia, que ya está observando el conflicto y podría explotar las tensiones entre EE.UU. y Europa.

Conclusión

Trump y Vance confrontan a países como Dinamarca y Groenlandia para avanzar en una agenda expansionista y proyectar poder, desafiando las normas diplomáticas tradicionales. A corto plazo, esta estrategia les da visibilidad y cierta ventaja táctica al mantener a sus adversarios reaccionando. Sin embargo, su eficacia a largo plazo es dudosa: genera más resistencia que cooperación y arriesga aislar a EE.UU. en un escenario global donde la colaboración suele ser más efectiva que la coerción. Históricamente, la diplomacia agresiva ha tenido éxito cuando va acompañada de incentivos o poder abrumador; sin eso, como parece ser el caso aquí, podría quedar en un gesto vacío o, peor aún, en un error estratégico.



Porque contra China?

  1. Competencia económica y tecnológica: EE.UU. y China están en una lucha por la supremacía económica y tecnológica. China ha emergido como la segunda economía mundial y está desafiando el dominio de EE.UU. en áreas como la inteligencia artificial, las telecomunicaciones (5G) y la fabricación de semiconductores. EE.UU. ha respondido con medidas como aranceles, sanciones a empresas chinas (por ejemplo, Huawei) y restricciones a la exportación de tecnología, argumentando preocupaciones de seguridad nacional y prácticas comerciales desleales, como el robo de propiedad intelectual.
  2. Disputas comerciales: Desde 2018, bajo la administración de Donald Trump, EE.UU. impuso aranceles a productos chinos para reducir su déficit comercial y presionar a China a cambiar sus políticas económicas. China respondió con aranceles propios, desencadenando una “guerra comercial” que ha afectado el comercio global. Aunque se firmó un acuerdo de “Fase Uno” en 2020, las tensiones persisten debido a la desconfianza mutua y la competencia por el control de cadenas de suministro.
  3. Rivalidad geopolítica: EE.UU. ve el ascenso de China como una amenaza a su hegemonía global. China, por su parte, busca expandir su influencia a través de iniciativas como la Franja y la Ruta, lo que genera fricciones con EE.UU. y sus aliados. Lugares como el Mar del Sur de China, donde China reclama territorios disputados con países como Filipinas y Vietnam, son puntos calientes de tensión, con EE.UU. apoyando a estos países para contrarrestar a China.
  4. Taiwán: La cuestión de Taiwán es un foco importante de confrontación. China considera a Taiwán parte de su territorio y no descarta el uso de la fuerza para reunificarlo. EE.UU., aunque no reconoce oficialmente a Taiwán como país independiente, le proporciona apoyo militar y político, lo que enfurece a China. Incidentes como la visita de Nancy Pelosi a Taiwán en 2022 han elevado las tensiones.
  5. Alianzas y conflictos regionales: EE.UU. ha fortalecido alianzas como AUKUS (con Reino Unido y Australia) y el Quad (con Japón, India y Australia) para contener a China en la región del Indo-Pacífico. Además, la relación de China con Rusia, especialmente tras la guerra en Ucrania, ha complicado las dinámicas, ya que EE.UU. ve esto como un desafío al orden internacional que lidera.
  6. Ciberseguridad y control de datos: Hay una creciente confrontación en el ámbito digital. EE.UU. acusa a China de ciberataques y espionaje, mientras que China critica a EE.UU. por intentar dominar el ecosistema digital global y restringir su acceso a tecnologías clave.

En cuanto a “demás países”, las tensiones no se limitan a China y EE.UU. Países como Japón, Corea del Sur, India y los de la Unión Europea también se ven involucrados, ya sea por disputas territoriales con China, por alinearse con EE.UU. en sanciones o por buscar autonomía estratégica frente a ambos gigantes. Por ejemplo, India ha tenido enfrentamientos fronterizos con China, mientras que países europeos han debatido cómo equilibrar sus relaciones económicas con China y su alianza con EE.UU.

En resumen, la confrontación entre EE.UU., China y otros países tiene raíces en una mezcla de competencia económica, ambiciones tecnológicas, rivalidades geopolíticas y diferencias ideológicas. Aunque no hay un conflicto armado directo, estas tensiones están redefiniendo el orden mundial y afectan el comercio, la seguridad y la estabilidad global.