La reciente decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de desestimar la demanda de México contra fabricantes de armas, acusados de fomentar la violencia de los cárteles, pone de manifiesto las dificultades estructurales para regular la industria armamentista en EE. UU. México, que buscaba una indemnización de 10,000 millones de dólares, argumentó que empresas como Smith & Wesson, Beretta y Colt facilitan el tráfico ilícito de armas al no implementar controles suficientes, contribuyendo al flujo de entre 200,000 y 500,000 armas anuales hacia el crimen organizado mexicano. La Corte, sin embargo, falló a favor de los fabricantes, amparada en la Ley de Protección del Comercio Legal de Armas (PLCAA) de 2005, que los exime de responsabilidad por el uso indebido de sus productos.
La complejidad de regular las armas en EE. UU. y la denuncia de México contra fabricantes

La regulación de armas en EE. UU. enfrenta obstáculos arraigados en factores culturales, políticos y económicos. La Segunda Enmienda, que consagra el derecho a portar armas, es un pilar defendido por amplios sectores, incluyendo la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y congresistas que promueven la posesión de armas, algunos incluso posando con sus familias armadas para reforzar su postura. Esta cultura bélica, combinada con una industria armamentista que genera miles de millones de dólares, complica cualquier intento de restricción.
Empresas como las demandadas por México no solo abastecen al mercado interno, sino que históricamente han prosperado gracias a contratos gubernamentales para guerras y conflictos internacionales. Cuando no hay guerras, estas compañías dependen del mercado civil, lo que explica la resistencia a limitar las ventas al público.
La administración de Donald Trump enfrentó críticas por su manejo de la violencia armada, particularmente tras tiroteos masivos en escuelas y eventos públicos. Mientras un sector de la población exigía regulaciones más estrictas, como elevar la edad mínima para comprar armas de 18 a 21 años o restringir las ventas al público general, Trump propuso medidas controvertidas, como armar al 20% de los maestros para proteger escuelas. Esta idea, lejos de reducir la violencia, generó temores de accidentes o tiroteos entre alumnos y docentes, dado que muchos maestros carecen de entrenamiento en el manejo de armas. La propuesta fue vista como una solución superficial que no abordaba las causas profundas de la violencia, como el bullying, la depresión y la falta de valores en los jóvenes, problemas psicosociales que requieren enfoques preventivos más allá de la proliferación de armas.
–
En México, la campaña “Despistolización” del Ejército busca que la ciudadanía entregue armas para su destrucción, aunque muchas de las donadas son obsoletas o inservibles. Este esfuerzo contrasta con la facilidad para adquirir armas en EE. UU., donde las regulaciones laxas permiten compras legales que a menudo terminan en el mercado negro, alimentando conflictos en países como México. La denuncia mexicana ante la Corte Suprema destacó esta problemática, señalando que la negligencia de los fabricantes contribuye a la inseguridad en la región, pero el fallo refleja la protección legal que goza la industria armamentista estadounidense.
El desafío para regular las armas en EE. UU. radica en su magnitud económica y política. Los fabricantes, con socios y accionistas en el gobierno, enfrentan pocos incentivos para reducir la producción. Si las ventas internas se restringieran, el riesgo es que las armas se exporten a otros países o al crimen organizado, como ya ocurre con el narcotráfico mexicano. Cerrar estas industrias es inviable, ya que representan empleos y ganancias significativas, además de contar con un fuerte respaldo político. Sin embargo, la presión social crece ante los tiroteos masivos, y analistas advierten que la ciudadanía podría exigir cambios radicales si la violencia persiste.
Expertos coinciden en que la solución requiere un enfoque integral: además de regulaciones más estrictas, es crucial abordar los factores psicosociales que desencadenan la violencia, como el bullying, la salud mental y la educación en valores. En el caso de México, la derrota legal no detiene su lucha contra el tráfico de armas, pero evidencia la necesidad de estrategias internacionales coordinadas para frenar el flujo ilegal y sus consecuencias devastadoras.
Add Comment