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Laudato si’: Cómo el Papa Francisco transformó la fe en una bandera verde- a proteger el planeta

En mayo de 2015, mientras el mundo aguardaba el Acuerdo de París, un Papa latinoamericano lanzó un mensaje que resonaría más allá de los muros del Vaticano.
Laudato si’, la primera encíclica papal dedicada al medioambiente, no solo llamó a cuidar la “casa común”, sino que desafió a la humanidad a repensar su relación con la naturaleza y los más vulnerables. Con un lenguaje que entrelaza la poesía de la fe, el rigor de la ciencia y un grito por la justicia social, el Papa Francisco posicionó a la Iglesia como un actor clave en la lucha contra el cambio climático. Este artículo explora cómo Laudato si’ marcó un antes y un después, inspirando un activismo ecológico global y consolidando al Papa como un profeta verde.
Laudato si’ es una encíclica escrita por el Papa Francisco, publicada el 18 de junio de 2015. Es el primer documento papal dedicado íntegramente al cuidado del medioambiente y aborda la crisis climática desde una perspectiva que combina fe, ciencia y justicia social. Su título, que en italiano medieval significa “Alabado seas”, proviene del Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís, reflejando una visión de la naturaleza como creación divina.
En Laudato si’, Francisco llama a proteger la “casa común” (el planeta), critica el consumismo, la desigualdad y la explotación ambiental, y propone una “ecología integral” que vincule el cuidado de la naturaleza con el bienestar de los más pobres. Dirigida a “toda persona que habita este planeta”, no solo a católicos, la encíclica tuvo un impacto global, influyendo en el activismo ecológico, el Acuerdo de París (2015) y el papel de la Iglesia en el debate climático.
Un enfoque revolucionario: Fe, ciencia y justicia
Laudato si’ rompió moldes desde su concepción. Por primera vez, un Papa integró el discurso científico sobre el cambio climático en un documento magisterial, citando datos sobre el calentamiento global, la deforestación y la pérdida de biodiversidad. Francisco no dudó en respaldar el consenso científico, algo poco común en textos papales previos. Pero no se quedó en los números: conectó la crisis ambiental con la fe, presentando la creación como un don divino que exige cuidado. “La tierra es un regalo, no un recurso ilimitado”, escribió, apelando a la responsabilidad moral de los creyentes.
El corazón de la encíclica es su concepto de “ecología integral”, que une el cuidado del medioambiente con la justicia social. Francisco argumentó que los pobres, especialmente en el Sur Global, son los más golpeados por la crisis climática, desde comunidades indígenas desplazadas por la minería hasta agricultores afectados por sequías extremas. Denunció la desigualdad global, señalando que el 20% de la población mundial consume el 80% de los recursos. Su crítica al consumismo y al “paradigma tecnocrático” fue contundente: “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” (Laudato si’, 21). Este mensaje, claro y provocador, resonó tanto en iglesias como en foros seculares.
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La Iglesia como líder climático
Laudato si’ no fue un documento exclusivo para católicos. Dirigida a “toda persona que habita este planeta”, la encíclica trascendió fronteras religiosas y culturales. Su lanzamiento, meses antes de la COP21, influyó en el debate global sobre el clima. Líderes como Ban Ki-moon, entonces secretario general de la ONU, elogiaron su claridad moral. Francisco reforzó este mensaje con acciones concretas: el Vaticano avanzó hacia la neutralidad de carbono, promovió energías renovables y estableció el Día Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, celebrado cada 1 de septiembre desde 2015.
El Papa también llevó su cruzada al escenario diplomático. En su discurso ante la ONU en 2015, instó a los líderes mundiales a priorizar acuerdos climáticos vinculantes. Su viaje al Sínodo de la Amazonía en 2019 amplificó las voces de los pueblos indígenas, cuya defensa de la selva se alinea con los principios de Laudato si’. Estos gestos consolidaron a la Iglesia como una voz ética en un debate dominado por la política y la economía.
Un catalizador para el activismo ecológico
El impacto de Laudato si’ en el activismo es innegable. La encíclica inspiró a movimientos juveniles como Fridays for Future, que encontraron en su mensaje de justicia intergeneracional un eco de sus demandas. Greta Thunberg, aunque no religiosa, ha reconocido la influencia de Francisco en la movilización global. Organizaciones católicas, como Caritas Internationalis, integraron la encíclica en proyectos de desarrollo sostenible, desde reforestación en África hasta cooperativas agrícolas en Asia.
A nivel local, parroquias y diócesis de todo el mundo lanzaron iniciativas inspiradas en Laudato si’: programas de reciclaje, huertos comunitarios y campañas de educación ambiental. En América Latina, la encíclica se convirtió en un manifiesto para los defensores de la Amazonía, quienes citan sus palabras para resistir la explotación minera y petrolera. Francisco también abrió puentes interreligiosos, como en el Encuentro de Asís de 2016, donde líderes budistas, musulmanes y judíos se unieron para promover la sostenibilidad, demostrando que el cuidado del planeta trasciende credos.
Desafíos y resistencias
No todo fue un camino fácil. Dentro de la Iglesia, sectores conservadores criticaron Laudato si’ por considerarla “demasiado política” o alejada de temas doctrinales tradicionales. Algunos obispos en países dependientes de combustibles fósiles, como ciertos regiones de EE.UU., mostraron reticencia a implementar sus propuestas. Fuera de la Iglesia, la encíclica enfrentó el desafío de traducir su visión en políticas concretas en un mundo marcado por intereses económicos.
Francisco respondió con firmeza: el cuidado de la creación no es opcional, sino un mandato moral. En su exhortación Querida Amazonía (2020), reafirmó la urgencia de actuar, especialmente en regiones vulnerables. Su persistencia mantuvo el mensaje vivo, incluso frente a la oposición.
El legado de Laudato si’ en 2025
En abril de 2025, con desastres climáticos en aumento —huracanes más intensos, sequías devastadoras en África y el deshielo acelerado del Ártico—, Laudato si’ sigue siendo un faro. La encíclica redefinió el rol de la Iglesia, transformándola en un referente ético en la crisis climática. Su énfasis en la justicia social y la solidaridad resuena en un mundo dividido por la desigualdad. Organizaciones como el Movimiento Laudato si’, fundado para promover la encíclica, continúan movilizando a millones, desde seminarios teológicos hasta protestas climáticas.
El legado de Francisco va más allá de las palabras. Nos dejó una pregunta ineludible: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” (Laudato si’, 160). La respuesta depende de nosotros. Reducir el consumo, apoyar energías limpias o alzar la voz por los más vulnerables son formas de honrar su visión. Laudato si’ no es solo un documento; es un llamado a vivir con gratitud y responsabilidad en nuestra casa común.